Curso de Arte Contemporáneo III

Curso de Arte Contemporáneo III
Curso de Arte Contemporáneo III, Universidad Católica. Profesor Abelardo León de Temuco

sábado, 18 de junio de 2011

La construcción de la identidad en la actualidad y los inestables límites del “otro”

Angélica Gajardo

Para construir la identidad se necesita de un opuesto. La idea de identificarse con algo requiere a su vez de diferenciarse de otro que se excluye del grupo con el cual se ha formado una identidad común. Este “otro” y su carácter imprescindible para la construcción de identidad es conocido como “afuera constitutivo”.
Este “afuera” es muchas veces incierto. Los límites del espacio en el que nos identificamos chocan con uno desconocido y diferente; lo opuesto, lo oscuro, lo malo. A este afuera constitutivo se le rechaza y se vuelve aún más a la identificación, al terreno seguro.
Según el texto leído, “las identidades se construyen dentro del discurso, y no fuera de él” (Hall.1996:18), por lo que una identidad de cierto grupo social responde a un contexto histórico  específico en el cual se han desarrollado prácticas y estrategias institucionales que la han conformado.

En el escenario actual, la formación de identidades tiene un obstáculo al ser el “otro” no tan desconocido como antes. Los grupos sociales han dejado de ser homogéneos, y la idea de identificarse con un “nosotros” deja un concepto muy amplio al cual sujetarse, pues este nosotros puede estar incluso en lo que antes era el “otro”.
Si en la actualidad tenemos un acceso a medios de comunicación masivos y estos medios son muchas veces producidos por un discurso de un grupo social específico, y existe además la posibilidad de escoger qué medio veo, leo o escucho, ¿puedo, entonces, identificarme con un “nosotros” que se ha construido bajo el mismo discurso que yo? Si hay una diferenciación en el proceso de identidad en el cual excluyo a otro, ¿existe en la actualidad, otro opuesto, totalmente antagónico?

Es posible que asumamos como identidad una “occidental” que es capaz de englobar diferentes aspectos de varias culturas y realidades distintas, pero que han sido “creadas” bajo un mismo discurso en el que se impone una sola historia universal, una sola idea de cultura y los mismos ideales estéticos, una misma religión e ideas del bien y del mal que en muchos casos terminaron por desplazar concepciones originarias de algunos pueblos sobre estos mismos aspectos, dando lugar a una cultura de occidente que se identifica con las mismas cosas.

Siendo los medios de comunicación masivos una parte importante de la difusión de un discurso, son aquellos que tengan la mayor difusión los que van plantando sus ideas en distintas sociedades. Es así como en el caso nuestro, en un país tercermundista cuyos medios de comunicación pocas veces salen del escenario local, pero sí reciben una inmensa influencia  de creaciones norteamericanas, nuestra identidad termina siendo un híbrido, que mezcla aspectos culturales propios del país, junto con ideales extranjeros que terminan siendo apropiados y haciendo que nos identifiquemos con ellos, a pesar de que en un principio resultaban más cercanos al “otro” desconocido.


De esta forma, el otro permanece en constante reconstrucción, pues si de él se tiene la idea de que es un opuesto y que a la vez constituye qué es lo que le falta a las identidades, estas mismas son las que han ido apropiándose de manera gradual de lo que está fuera de sus puntos de identificación integrándolo a su “nosotros”. Incluso si ahora nos definimos como parte de una sociedad occidental, hay muchos aspectos de la sociedad oriental que hemos ido e iremos  integrando de a poco, entonces, ¿dónde está el otro que se excluye? Existe, aún, pero su permanencia como “otro” a lo largo del tiempo es incierta. 

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